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Araucanos

Localizados entre los ríos Itata y Toltén, fueron un pueblo eminentemente guerrero.

La designación de araucanos la recibieron del escritor y poeta español Alonso de Ercilla quien, en la obra épica “La Araucana” (s. XVI), los llamó de este modo.

Según Ricardo Latcham, los araucanos provenían del otro lado de la cordillera, de la Pampa argentina.

Vivían de la agricultura, de la fabricación de objetos cerámicos, los tejidos y la caza. La agricultura les proporcionaba maíz, papas, maní, ají, calabazas, y los piñones. La pala de madera les sirvió como instrumento agrícola. La carne del huemul y del guanaco la reservaban para las grandes ocasiones. Para cazarlos utilizaban arcos, flechas, hondas, boleadoras, y mazos.

Su vestimenta consistía en paños y ponchos tejidos de lana de llama y guanaco por las mujeres.

El territorio araucano estuvo dividido en tres franjas longitudinales, cada una de las cuales se denominó Vutanmapu.

Los Aillarehues eran agrupaciones políticas que correspondían a las tribus que se unían en caso de guerra. Se desglosaban de la siguiente manera:

  • Aillarehues: compuesto de nueve grupos (rehues o levo), cada uno con 4.000 hombres.

  • Levo: compuesto de varios caví de 400 hombres.

  • Caví: compuesto de varios pichicaví de varios hombres cada uno.

Cada caví y levo tenía su propio cacique o longo, cargo que generalmente era hereditario. Las autoridades de las divisiones más grandes se elegían según las necesidades del momento. El toqui era el jefe de los rehues o de las agrupaciones superiores en caso de guerras.

Era costumbre entre los araucanos convertir a sus prisioneros de guerra, en sus esclavos. El corazón de los más valientes era arrancado para beber su sangre en honor al muerto y para recibir de ella las virtudes del combatiente. La victoria se celebraba bajo un árbol de canelo, entre bailes e ingesta de bebidas alcohólicas.

Su religión era compleja, a los espíritus principales se les llamaba Pillanes, los que eran los grandes fundadores de la raza. Los espíritus malignos, que provocaban los males y enfermedades, recibieron el nombre de Huecuvu. La machi era el puente entre los Dioses y el hombre.

A través del Guillatun, se ponía en contacto con los dioses para la rogativa del pueblo. En el recinto destinado al guillatun plantaban una gran rama de canelo, el árbol sagrado de los araucanos y otra de maqui, amarradas a un tronco semejante a una escalera, al monumento se le llamaba “rehue”. A su pie colocaban corderos, pan y chicha de maíz en cántaros.

Las rogativas las pronunciaban unos ancianos prestigiosos, al mismo tiempo que ofrecían la sangre de los corderos recién sacrificados. Inmediatamente toda la concurrencia empezaba a dar vueltas en torno del rehue,  cantando y bailando al son de sus instrumentos músicos, poseídos de frenética excitación. La escena culminaba con la subida de la machi al rehue, donde, en actitud arrobada, imploraba a los espíritus los deseos de la multitud.

 

Mediante el Machutun, sanaban a los enfermos. Dentro de la ruca del enfermo se reunían con él sus parientes. Lo tendían en el suelo y a su cabecera la machi plantaba una rama de canelo. Hacía descuartizar un guanaco, le extraía el corazón y salpicaba con su sangre la rama de canelo. Quemaba algunas yerbas y llenaba de humo la habitación. Luego, recitando palabras cabalísticas, se acercaba al paciente, fingía chupar la parte de su cuerpo en que estaba la dolencia  y salivaba rojo. Finalmente, en medio de la sorpresa general, presentaba el espíritu malo materializado en un palito, un inocente sapito o una angustiada lagartija: éste era el daño. Pero había veces que el enfermo no sanaba; entonces la machi se disculpaba diciendo que el maleficio le había dañado al paciente las “entrañas más nobles”.

La organización araucana era bastante simple. La unidad básica la constituía la familia consanguínea, los descendientes de un mismo antepasado. Las mujeres perpetuaban la herencia y el nombre, siendo, sin embargo, una sociedad patriarcal. No se podían casar entre parientes. El matrimonio se efectuaba mediante un simulacro de robo de la novia. Ésta era comprada, y su familia le entregaba una dote a los parientes directos del novio. El hombre podía tener más de una mujer, dependiendo de su situación económica.


¿Sabías qué?
Aún existen representantes autóctonos de algunos pueblos aborigenes, algunos de ellos son: Mapuches, Aymará y unos pocos Alacalufes(extremo sur de Chile).
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